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Ser juez y ser parte sin ser ‘juez y parte’
1- Que puede hacer algo por sí solo, sin dependencia de otro.
2- Persona que en las competiciones deportivas cuida de la aplicación del reglamento.
3- Persona que actúa como juez en un litigio entre partes.
4- Persona cuyo criterio se considera autoridad.
En los primeros años del fútbol el árbitro era una figura inexistente. Las normas en base al juego se fueron creando a medida que avanzaba la popularidad en su práctica y en las escuelas anglosajonas se sucedían los encuentros que darían lugar en 1886 al nacimiento de la International Football Association Board (IFAB) con el fin de salvaguardar las Reglas del Juego. Mientras se instauraban las normas y se pulían conceptos anteriores como la norma del fuera de juego (que ha sufrido tres modificaciones a lo largo de la historia), los capitanes de sus respectivos equipos solventaban como caballeros cualquier disputa que se pudiera originar. No obstante, la importancia y el número de quejas aumentó considerablemente. Es por ello que, aprovechando la introducción del penalti en 1891, se autorizó la presencia del árbitro para que el juego fuera controlado por alguien ajeno a los participantes. Desde entonces, se ha convertido en elemento indispensable del fútbol, siendo la única persona en poder expulsar jugadores, señalar faltas y penaltis de manera inapelable. El poder ejecutivo.
El árbitro tiene por objeto de deseo pasar desapercibido, cumplir su función sigilosamente y, al término del encuentro, marcharse a casa a disfrutar de sus ‘no cosas de árbitros’. Es aquel que, a pesar de vestir diferente al resto, pretende ser uno más del terreno de juego pero empieza como actor de reparto y acaba convirtiéndose en actor protagonista (ya quisieran tantos artistas de este país). Es un individuo distinto, peculiar. Si durante la infancia es común sonar con ser un futuro deportista de élite, también existe un pequeño porcentaje de ‘bichos raros’ que prefieren arbitrar. Chicos que prefieren el silbato al balón. De este modo, siempre tenían importancia en los partidos, sería imprescindible su presencia, aunque fuese mirado con otros ojos. No era el chico más popular precisamente.
Pero todo chico crece y la exigencia, tanto en la vida como en el deporte, también. Cuando llegan a ser profesionales, la historia deja de contar con ese punto romántico y da paso a la presión social. Tanto para el jugador como para el colegiado. Los focos se centran inevitablemente en el hombre solitario, que se empeña en demostrar que, a pesar de ser diferente, es igual de humano que los demás. Como en todo, existe el dialogante, el permisivo, el autoritario, el indiferente, el pasivo, el activo… En el fondo, el carácter diferencia a las personas, no su cometido. No obstante, la figura del árbitro es la que conlleva mayor presión. En España, tras jueces y políticos, son las personas más criticadas y vilipendiadas. »Cuando un jugador no ha tenido una buena actuación tiene a sus compañeros para animarle en el vestuario. El árbitro, sin embargo, está solo», ha dicho recientemente Héctor Fernández, periodista y conductor del programa ‘Al primer Toque’ en Onda Cero. Acertadas palabras.
Uno de los causantes de esta situación es la alienación sobre el aficionado que llevan a cabo los medios de comunicación, junto al poder y la influencia de los grandes clubes sobre sus líneas editoriales. Las quejas y silencios se suceden en función de sus propios intereses y, por ende, del resultado final. El otro, los errores propios de la profesión porque son tan humanos como las estrellas que brillan en el césped. De todas formas, no serán tratados como tal. Están más desprotegidos. Las consecuencias de una mala actuación puede acarrear sucesos fatales tanto para su persona como para su carrera profesional. Lanzamiento de objetos, persecuciones, campañas de desprestigio, ‘neverazos’ (ante lo cual Media Markt envía un mensaje de agradecimiento), veto de determinados equipos y, lógicamente, descenso de categoria. Eso sí, siempre con ambos protagonistas (residentes en Madrid y Barcelona). Los restantes no importan pues sus gritos son transformados en susurros. Todo por que su actuación, correcta o no, haya impedido la victoria de estos clubes. Como si fuera una tragedia griega ganar un título en lugar de dos, o dos en lugar de tres. Para esto están los medios, para tratar el arbitraje como un asunto de Estado, un tema de vida o muerte. Pero no debería ser así.
«A nivel deportivo es peor pitar a un equipo que va a descender que pitar un Barça-Madrid». Son palabras del ya ex árbitro internacional Iturralde González en 2010. Resulta absolutamente incomparable las consecuencias que puede tener una decisión sobre un equipo que lucha por evitar el descenso respecto a un equipo que lucha por la excelencia. Para los equipos ‘terrenales’ cada partido no significa tres puntos, sino mucho más. Es la cantidad de aspectos correlacionados en los que repercute en caso de perder una plaza en la máxima categoría:
– Descender a Segunda División supone que, al menos, durante un año el mundo deje de ver a la ciudad en la clasificación cada fin de semana. Parece que no, pero este aspecto influye en el turismo. Hay ciudades cuyo interés turístico es el fútbol y sin él pierden parte de la cuota de aficionados visitantes. A menor número de turistas, menor consumo, lo cual influye en la actividad del sector servicios.
– El descenso supone también la perdida de patrocinadores, ingresos por derechos de TV y reajustes a la baja de presupuesto. Al no contar con el mismo nivel económico, las fichas de ciertos jugadores son insostenibles y se produce la salida de muchos activos con el fin de adecuarse a una nueva realidad. Una especie de ‘éxodo rural’ que merma al club y al estado anímico de la afición.
Por todo esto, mientras se empeñan en vender que los árbitros pitan a favor de uno u otro transatlántico, el resto sufre en una algarabía silenciada el pavor y la agonía de no convertirse en uno de los afectados por este proceso. Porque, aunque haya quien lo dude, el árbitro es ‘juez’ del juego, es ‘parte’ del juego, pero no ‘juez y parte’. Y si hay alguien con pleno derecho a dudar de ello, no es ni Barcelona ni Madrid, sino el resto de España. Al fin y al cabo, todas las partes están condenadas a entenderse. Es ley de vida. Es la ley del fútbol. Pongamos todos de nuestra parte.
*Esteban Carrasco
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-FOTO: EFE, UEFA
Noviembre, antesala a la Navidad y el Balón de Oro
1- En cada año el mes de noviembre significa la antesala de un todo que adquiere cierto tono repetitivo: campañas comerciales de Navidad, las burbujas de una conocida marca de cava catalán, el anuncio del sorteo de lotería, la vuelta a casa (turrón incluido) y la efervescencia del debate sobre el Balón de Oro. Si a esto último le sumamos el último parón por selecciones nacionales, su repercusión se incrementa y convierte cualquier otro asunto en tema secundario.
2- Este año la historia la protagonizan los dos de siempre, Cristiano Ronaldo y Messi, pero se ha unido al elenco de artistas el francés Ribéry. Finalmente no se incorporarán otros dos nombres, lo que deja entrever que la firmeza del trofeo se tambalea por sí sola, como la figura de Joseph Blatter. Los debates en torno a la figura del que debería ser justo campeón no cesan, invaden nuestros hogares, cualquier conversación callejera o incluso de empresa. Su omnipresencia es tal que todo ser humano tiene su opinión, hasta aquellos que han visto poco fútbol pero se guían por la impresión que les transmiten los teóricos candidatos en cada una de sus declaraciones.
3- Entre Messi y Cristiano Ronaldo hemos visto todo tipo de comparaciones y rivalidades creadas, seguramente, en un período similar al de la disputa de amistosos de selecciones nacionales: títulos colectivos, número de goles, influencia en los niños y hábitos de la adolescencia, compromiso solidario, afabilidad ante la prensa, impacto en las redes sociales, potencia y altura de salto, estilo de alimentación y hasta quién es más majete. Todo esto teniendo en cuenta que los dos eran los máximos aspirantes a un título más subjetivo que objetivo, menos representativo de lo que pretenden vender y, sobretodo, muy injusto por publicar una lista que engrosan jugadores de cualidades completamente diferentes. Es decir, suelen olvidarse de la presencia de porteros y defensores, otorgando más espacio en el escaparate a centrocampistas y delanteros. De ahí que debiera existir un trofeo por línea.
4- A diferencia de otros años, la terna de candidatos está tan como ocurriera en 2010. En función del año y temporada del equipo de cada jugador, los argumentos esgrimidos varían en pos de que su favorito se haga con un ansiado balón al que, curiosamente, no podrán hacer lo que más les gusta: patearlo. Mientras tanto, responsables y colaboradores de la prensa popular se patean todos los platós de televisión y programas radiofónicos para compartir con los telespectadores y oyentes una opinión predecible que desde cerraron la puerta de casa.
5- Teniendo en cuenta los títulos logrados por cada jugador y su impacto en el desarrollo del juego de sus equipos, sería Frank Ribéry el ganador sin ningún tipo de discusión. Campeón de todo con el Bayern, su temporada fue de más a más si cabe, adjudicándose la Bundesliga, Copa de Alemania, Champions League y Supercopa de Europa, con la salvedad del traspiés en la Supercopa alemana ante el Borussia Dortmund y la crítica situación de su selección, al borde del ridículo pre-mundial. Su actuación individual fue clave y plena de destellos decisivos en todas las fases del año, rubricado con la designación como mejor jugador de la pasada Champions League.
6- Messi, por su parte, ha ido de más a menos. Volvió a alzarse con la Liga y Supercopa de España, cayendo en semifinal ante el Bayern campeón de Europa, semifinales de Copa del Rey. Individualmente consiguió ser Bota de Oro y máximo goleador doméstico. Sin embargo, las lesiones se han encariñado del argentino y, de momento, no parece que se haya cansado de él. Su relación durará unos dos meses más (quién sabe si volverá en su búsqueda o no), lo que le hace más difícil aspirar realmente a su quinto trofeo.
7- Cristiano Ronaldo, por último, es el jugador peor parado en cuanto a éxitos colectivos. Subcampeón de Liga, subcampeón de Copa del Rey, actual tercer clasificado en Liga, en plena repesca por el Mundial (recordar, como Ribéry). No obstante, es el que mejor se encuentra actualmente con unos registros estratosféricos y a punto de convertirse en máximo goleador histórico de su selección.
8- Es decir, Ronaldo se encuentra en misma situación que su compatriota Luis Figo en el año 2000, cuando el portugués salió vencedor del trofeo sin haber ganado un solo título en sus equipos, con la salvedad que fue año de Eurocopa y llegó hasta la semifinal, eliminado por una Francia de Zidane que acabaría como campeona. Además, sonado ha sido el desprecio sufrido por el presidente de la FIFA que ha motivado su rotunda negativa a asistir a la ceremonia de entrega del galardón. Reacción comprensible del de Madeira que quizá le reste posibilidades de conseguir el preciado Balón de Oro. Al menos sabe que su presidente Florentino Pérez le compensará con una prima por título individual (a falta de títulos colectivos) de 3 millones de euros en caso de ser coronado como mejor jugador del mundo 2013.
9- ¿Quién tiene mejores argumentos de los claros candidatos para ser el ganador? De momento, Ribéry. ¿Quién ganará? De momento, nadie sabe. Pero si Stanley Matthews (1956), Dennis Law (1964), Gerd Müller (1970), Kevin Keegan (1978) y Luis Figo (2000) lo conquistaron sin título en su haber, ¿por qué no repetir con Cristiano Ronaldo? Al final, todo llega y cosas más extrañas se han visto, como que lo ganara Messi en 2010 o el ganador de esta edición pueda no estar presente en el Mundial.
*Esteban Carrasco
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-Foto: UEFA
Las Aventuras de Diego Costa: elige tu propia historia
«Las Aventuras de Diego Costa: elige tu propia historia», capítulo… perdón, he perdido la cuenta ya. Mejor empiezo desde el principio. Esta es la historia de un chico brasileño nacido en Lagarto, un pequeño pueblo de 100.000 habitantes, en el que por suerte no compartió casa con la pobreza. Educado en la escuela de la calle, comenzó a forjarse una rocosa personalidad que hoy día perdura en su interior. Ante la ausencia de recursos y estructuras, Diego juega al fútbol en otras ciudades contra los vecinos pero sin mostrar un profundo interés por ello. Su mayor preocupación era sacarse un dinerillo para vivir tranquilo. Desde casa a Paraguay y después al centro comercial para vender productos de marcas falsas. Así se ganaba la vida cuando no hacía lo que tendría que haber hecho un chico educado de su edad: jugar al fútbol. Fue su tío quien le convenció para hacer una prueba en los juveniles del Barcelona Esportivo Capela en Sao Paulo a cambio del dinero que tanto ansiaba. De repente, una ojeador procedente de Europa, marca Jorge Mendes (en esta ocasión no era falsa), se lo llevó al viejo continente tras observarle en un partido que no mereció jugar al encontrarse en mitad de una suspensión de cuatro meses por agresión.
Ya en Europa, el siguiente capítulo comenzó en Portugal, el que fue su primer destino, concretamente el Sporting de Braga. Tras jugar en el equipo reservas y en el Penafiel, el Atlético de Madrid apareció para hacerse con sus servicios; sin embargo, aún le quedaba una última temporada en el país vecino, de nuevo en el Braga. A partir de ahí comienza su aventura por España marcada por las cesiones en Segunda división: Celta y Albacete sirvieron de aprendizaje para que Diego se forjara como hombre, luchando ante defensas veteranas y displicentes. Después llegó a Valladolid como parte del fichaje del portero Sergio Asenjo, en la que parecía que sería su última salida del club. Viendo su mejoría, el club rojiblanco lo rescató sin dudarlo, pero a su llegada a la capital se encontró con otros tres extracomunitarios, resultado de la mala gestión deportiva del club, lo que le obligó a ganarse una ficha frente a Salvio. Finalmente, fue el argentino quien se marchó cedido al Benfica portugués. Esa temporada 2010/11 no fue sino de transición y aprovechar las pocas oportunidades que se le concedieron por culpa del dúo Agüero-Forlán. Los páginas habían pasado rápidamente, avanzando capítulos sin apenas darse cuenta.
Ya en 2011, antes de comenzar la temporada, un déjà vu. Cuatro extracomunitarios y otra vez misma pelea con Salvio. Se repetía el principio del último capítulo, pero en julio la desdicha se cebó con Diego y se rompió el ligamento cruzado anterior y menisco de su rodilla derecha, hecho que significó que la última plaza sería para el argentino y Diego se quedó sin ficha para esa temporada. Meses después, ya en enero de 2012, cuando parecía que todas las puertas se le habían cerrado, una ranura se abrió en una ventana. Sandoval, por entonces entrenador del Rayo Vallecano, tuvo fe ciega en el brasileño y consiguió su cesión para apuntalar un equipo recién ascendido valiente pero con carencias. Tardó 28 minutos en estrenarse como goleador ‘franjirrojo’. No podía empezar mejor el capítulo. Allí se encontró con Michu y juntos mantuvieron al Rayo, no sin sufrimiento, en la máxima categoría a merced de sus diez tantos en dieciséis partidos. Pero Diego necesitaba estabilidad. Harto de no permanecer al menos dos años en mismo club para lograr la adaptación que tanto necesitaba, volvía al Atlético con un convencimiento: quedarse para triunfar.
Cuando se vuelve a un equipo recientemente campeón de Europa League se antoja harto complicado entrar en la dinámica pues las piezas parecen más que soldadas. Falcao-Adrián parecían inseparables pero un repentino bajón de forma y alguna lesión abrió las puertas de la titularidad a Diego. Desde el banquillo, el otro Diego, Simeone, juraba a sí mismo que sacaría todo que tiene el brasileño. Y lo logró. Quizá por tener el mismo carácter sobre el campo, quizá por una extramotivación a causa de todos los viajes que tuvo que soportar, Diego Costa comenzó a alzar la voz paulatinamente hasta dejar sordo a sus rivales. Falcao era la estrella indiscutible y Diego un diamante en bruto. Lo que había comenzado como un capítulo de transición no pudo tener un final más feliz. El Santiago Bernabéu acogió la final de la Copa del Rey ante el eterno rival. Más de catorce años de burla de los ‘merengues’ hacia los ‘colchoneros’. Simeone lo sabía, lo había sufrido, motivo suficiente para transmitir un mensaje que sensibilizó a sus jugadores, especialmente a Diego y Falcao. Entre ellos fabricaron el primer gol ‘rojiblanco’. Después vinieron Courtois y Miranda. Tras noventa minutos y una prórroga agónica, el Atlético alzó la Copa en casa del vecino. Las burlas recibidas durante catorce años cambiaron de emisor y destinatario, en parte, gracias a la madurez de un futbolista que aún tendría que vivir el mejor capítulo de su aventura.
Uno de los protagonistas de la aventura, Radamel Falcao, decidió emprender su aventura en Francia, hecho que no amilanó al brasileño. Nuevas aventuras, nuevo protagonismo, nuevos compañeros de viaje. En la mente de todos rondaba la idea de si sería capaz de avanzar desde un primer plano y él se encargó de despejar las dudas a base de trabajo, sacrificio, movilidad y goles, muchos goles. España y Europa quedaron anonadados ante tanto despliegue y raza. Los rivales caían como moscas mientras Diego, medianamente impasible ante quien se cruzaba en su camino, seguía a lo suyo.
De repente, el pueblo aclamaba a un jugador que, casualidades o causalidades del destino, podría enfundarse la camiseta de la selección española a pesar de haber jugado unos minutos en un amistoso con Brasil. Un nuevo personaje entró a escena en esta aventura: el seleccionador Vicente del Bosque. Decidido a convocarle encontró un obstáculo: la burocracia. Quizá fuera el destino pero Diego no pudo estrenarse en partido oficial. Aun así, el jugador tenía la decisión tomada. Así se la hizo saber a su pretendiente, desconocido para el resto, pero se daba por seguro que a la próxima sería la vencida. Los corrillos se sucedían a velocidad de vértigo entorno a su adaptación o idoneidad para el estilo de ‘La Roja’. A casi todos parecía convencer. El as en la manga para conseguir la gesta en Brasil.
España se frotaba las manos mientras Scolari, seleccionador brasileño, planeaba una contraofensiva al estilo caballo de Troya. Por momentos, ante la insistencia del pueblo en saber a quién había elegido Diego, las dudas se suscitaban y la sospecha conllevó un acto detectivesco que no Sherlock Holmes hubiera imaginado. Una llamada de un falso Cerezo sirvió para desmantelar los planes de Scolari y, de golpe, los corrillos volvieron a las calles. Suficientes argumentos como para que algunos escépticos y desconfiados afirmaran que Del Bosque lo considera menos necesario que el seleccionador de Brasil. De este modo, los que habían convertido a Diego en la sensación para el Mundial variaron su discurso, hasta el punto de convertirle en villano, en una especie de flirteador profesional que tiró los trastos a España para dar celos a Brasil. Primero reía Brasil, con razón. Después, España. Ahora es el turno de Brasil. Quien ríe el último, ríe mejor. Quién sabe cuál será el desenlace. Lo veremos en el próximo capítulo de «Las Aventuras de Diego Costa: elige tu propia historia».
*Esteban Carrasco
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-Fotos: AFP, EFE, Diego G. Souto (MARCA)
Publicado en Atlético de Madrid, España, Liga BBVA
Etiquetado Atlético de Madrid, Brasil, Diego Costa, España
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La solidaridad no se premia, se siente
Está en la calle el deber moral de ser solidario. De hecho, nos han educado con el fin de ser solidario, no importa cuándo, y más aún en estos tiempos difíciles en los que cualquier palabra u obra aporta la sonrisa que tantas desgracias nos quitan. El deporte no es ajeno a ello y el fútbol, en concreto, tampoco.
Muchos aficionados del Barça se cansan de la emisión de imágenes emotivas de Cristiano Ronaldo. Muchos aficionados del Real Madrid se cansan de la emisión de imágenes emotivas de Messi. No obstante, los que realmente están cansados son aquellos aficionados de equipos menos mediáticos cuyos jugadores participan en actos solidarios y no ven emitida ninguna imagen en los medios. ¿Cuándo veremos gestos de jugadores de Osasuna, Almería, Elche o Levante, por citar algunos?
El caso no conlleva un Balón de Oro pero algunos se empeñan vender que “el futbolista más solidario es el de mi equipo, no el del rival pues lo que hace es puro teatro, poner la cara frente a las cámaras porque eso enternece al aficionado”. «La empatía de tal jugador es superior a la del otro. Fíjate en las siguientes imágenes […] A ver cuándo vemos al otro haciendo esto más a menudo».
Cuando uno es solidario no lo hace para crear una competición comparativa y que le premien por ello. Lo hace como acto de generosidad y sale del interior. Por favor, no hagamos demagogia de un gesto cuya recompensa es la paz interior. No caigamos en el absurdo debate sobre quién gana dentro y fuera del campo.
Sobre el césped vence uno de los dos equipos. Fuera ganamos todos. La solidaridad no se premia, se siente.
*Esteban Carrasco
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Somos los goles que hemos vivido
No todos los goles importantes conllevan la celebración de un título o un pase a la siguiente ronda. Hay casos en los que sirven de principio dogmático, prólogo del ideal de un colectivo. Es por ello que decidí escoger un gol de Fernando Torres, de Cesc y, sobretodo, Puyol. Corría el mes de junio del año 2006. El Barcelona de Ronaldinho se había coronado recientemente el mejor equipo del viejo continente, secundado por un Sevilla que atravesaba la mejor época de su historia. España, como el resto del mundo, vivía pendiente del gran acontecimiento del año: el Mundial de Alemania 2006. Esperanzados como dictan los cánones, a la vez de temerosos y escépticos, mientras veíamos el debut de las grandes selecciones, España aguardaba su debut frente a Ucrania. En cuestión de días, nos levantamos y comenzamos a creer. “¿Y si esta vez toca?”, cuestionaron algunos. “Ahora o nunca”, afirmaron otros. Tan sólo la anfitriona mostró una fortaleza acorde con el número de estrellas que rodean su escudo. Argentina, Brasil, Italia o Francia no convencieron del modo que se esperaba. En mi interior supe que se trataba de una tendencia que se cumplía rigurosamente: “ganar, ganar y volver a ganar”, diría Luis Aragonés. “El medio no es lo más importante”.
El partido del debut de España ante Ucrania se disputó un 14 junio bajo el sol incesante de Leipzig y se resolvió muy pronto, merced al tempranero tanto de Xabi Alonso. Villa, en dos ocasiones, y Torres acabaron por sentenciar. La alegría se desató en cada uno y nos reafirmamos en la posibilidad de hacer algo grande en una cita de tanta repercusión. Sobretodo tras el cuarto, el de Fernando Torres, el de la casta de Puyol, de Tarzán y el pundonor, la garra del tiburón, el espíritu colectivo. Un robo en el centro del campo por anticipación, atento a todos los detalles, leyendo cada intención de pase de los ucranianos. De repente, un giro de 360º más picaresco que romántico. Algo me recorrió el estómago, sensaciones emocionantes, un cosquilleo embriagador. El mundo se silenció de golpe. Levantándome paulatinamente sin creerme lo visto, me llevo las manos a la cabeza en señal de estupor mientras una sonrisa cómplice se dibujaba en mi cara. Puyol continúa y corre ofreciendo una alternativa. Torres consigue asociarse con Cesc, quien sabe de la presencia del defensor y le busca. Así, en el momento decisivo de la acción, ‘Tarzán’ devuelve picado el balón con la cabeza hacia el suelo, durmiendo la jugada, parando el tiempo y permitiendo la llegada de Fernando. Éste empaló de primeras ante la oposición del central ucraniano. En ese instante, fuera gol o no, supe que la selección empezaba a transmitir un aroma diferente, exclusivo, más erudito que de costumbre. Una jugada precedida de una recuperación en centro del campo, incluida la ruleta, y una triangulación precisa aun poco ortodoxa. Bien casualidad bien el destino, el Zentralstadion había sido testigo del monumental gesto de un central único e incansable.
[4-0 Gol de Torres tras gran jugada colectiva]
España tenía mucho más talento del que pensábamos y ellos lo sabían. No estaban todos pero sí la columna vertebral: Casillas, Ramos, Puyol, Cesc, Xavi, Iniesta, Alonso, Villa y Torres. Ese gol no valió una clasificación, una Eurocopa o un Mundial. Francia nos daría después una lección de humildad pero ese gol significó para mí mucho más: fue el principio del capítulo más brillante de la selección española. El inicio de un equipo de campeones. El resto de la historia ya la conocen. Recordemos de dónde venimos para disfrutar donde estamos.
*Esteban Carrasco
Seguir a @estebanCR86
Publicado en España, Firmas
Etiquetado Carles Puyol, España, Mundial Alemania 2006
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